Origen y mitología, día de muertos. México


La muerte, era el comienzo del viaje hacia el mictlán, el noveno y último nivel del inframundo, el reino de los muertos.

En los 18 meses del calendario mexica se pueden observar que hay por lo menos seis festejos dedicados a los muertos. El más importante era la fiesta de los descarnados que se celebraba en el noveno mes, cercano a agosto, y estaba presidido por la diosa Mictecacíhuatl, señora de los muertos y reina de Mictlán, y por Mictlantecuhtli, señor del lugar de los muertos y dios de las sombras.

Pero el Mictlán, a donde llegaban todos los muertos que hubieran perecido de causas naturales, no era el único destino de los fallecidos. En su cultura, existía el Tonatiuhichan, a donde llegaban quienes morían en guerra o en labor de parto, el Tlalocán, a donde iban los que fallecían por causa de agua, rayos, o enfermedades, por último el Tonacacuauhtitlan, lugar al que iban los niños que no habían probado el maíz, símbolo de la tierra y por lo tanto no habían tenido contacto con la muerte, allí, eran alimentados por el árbol que da sustento y donde permanecían hasta que recibían la oportunidad de una segunda vida, la posibilidad de reencarnar.

A diferencia de la religión cristiana, en el Mictlán no existían las connotaciones morales del infierno ni del paraíso, sin embargo, para llegar a él, los muertos debían durante cuatro años, pasar por diversas pruebas que encontraban en los diferentes niveles del inframundo, para finalmente llegar al lugar de su eterno reposo, liberarse de su tonalli o alma y ser compensados por la presencia de Tonatiuh, el dios del Sol, al caer la tarde.

No fue hasta la llegada de los conquistadores, cuando la divulgación del cristianismo introdujo a la cultura el terror a la muerte y al infierno, sin embargo, los evangelizadores tuvieron que ceder ante las fuertes creencias de los nativos, dando lugar a un sincretismo entre las costumbres españolas y las indígenas, que dio origen a lo que hoy conocemos como la celebración de Día de Muertos.

Los depredadores del alma...

Que difícil es enfrentarse a ese enjambre de depredadores que como pequeños escarabajos carnívoros convierten en una pulpa informe el cerebro anulando su capacidad de raciocinio. Llega después de una plácida temporada donde tu vida transcurre con la felicidad y la tranquilidad propia de un ser carente de pecados y culpas...

Y allí los encuentras de nuevo con ese ruido infernal que producen mientras te devoran intentando por todos los medios instalarse definitivamente en tu alma. Recurres a todas tus armas, recordando otras invasiones y como le hiciste frente...ya no te sirve la excusa de que tus pecados eran producto de una situación transitoria, te reafirmas en que eres una buena persona y no te sirve, los escarabajos siguen con su festín y tu cerebro se resiente cada vez más...

Yo entiendo porque pasa eso, mi conciencia me atormenta y pido al que no tiene nombre que me ayude haciendome un hombre sin sentimientos para no sufrir de mi propia culpa. El es autónomo y no me escucha, quizá porque quiere castigarme para que purgue mis fracasos, mi incompatibilidad para vivir y todos los errores cometidos...intento zambullir mi mente en el pozo oscuro de la insensibilidad, pero ella también es autónoma y libre y sale siempre a flote para seguir castigandome.

Consigo como en otras ocasiones hacer un receso en mis pensamientos para analizar eso que estoy pidiendo, no tener recuerdos, sentimientos ni conciencia y entonces es cuando más real me viene a la vida lo que eso supone...ser un conjunto de huesos y carne carente de empatía, sin posibilidad para amar, un ser robotizado que come y duerme, quizás mas tranquilo, pero mas deshumanizado...

La mente me hace recordar, que el estado por el que paso es solo transitorio, si ya he pasado varias veces por la misma estación y mi vida ha seguido su viaje hasta la próxima, no puedo parar el tren si aún le queda mucha energía a mi maquina. Tengo que seguir adelante alegrándome del dolor que me produce los errores y los recuerdos porque es una forma de sentirse vivo, la incapacidad de autocrítica solo nos lleva a sentimientos caóticos que nos impide crecer. Quiero sufrir con mis recuerdos, pero viviendo un presente pleno para poder disfrutar de la maravillosa sensación de sentir amor por los demás, respeto por la vida y el sufrimiento ajeno y propio, impidiendo el paso a los depredadores de mi alma...